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La boda de Felipe de Bélgica y Matilde

De entre los jóvenes Príncipes de la realeza europea, Felipe de Bélgica ha sido el único en cumplir las reglas de la Monarquía al casarse con persona de sangre azul. La elegida fue Matilde, una joven aristócrata, sencilla y discreta, que pronto se ganó el respeto y la admiración de todos. Los belgas la aprecian aún más si cabe porque será la primera Reina de la Historia nacida en su país.

El Príncipe Felipe de Bélgica tardó en dejar la soltería,  se casó con 39 años, pero cuando lo hizo, apostó por un matrimonio tradicional. Al contrario que la mayoría de Príncipes de la realeza europea, que han desafiado los dictados de la Monarqía al casarse con jóvenes plebeyas, Felipe de Bélgica puso sus ojos en Matilde D’Udekem, procedente de una familia aristócrata flamenca.

La joven Matilde poseía todas las virtudes deseables en una futura Reina: discreción, sencillez, inteligencia, belleza…Pero, sin duda, lo que más gustó de ella fue su procedencia. Matilde era de Valonia, de forma que, en una sociedad dividida en comunidades, la flamenca y la valona, su matrimonio con el Príncipe se convertía en símbolo de la unidad belga.

El anuncio oficial del compromiso, en septiembre de 1999, sumió a toda Bélgica en un auténtico fervor monárquico. La cálida sonrisa de la novia inundó páginas de periódicos y revistas. Tres meses después, Felipe y Matilde contraían matrimonio en la Catedral de San Miquel  de Bruselas en una ceremonia oficiada en neerlandés, francés y alemán, las tres lenguas oficiales del país.

El vestido de novia de la princesa Matilde fue diseñado por el belga Edouard Vermeulen para la firma Natan. Un traje sobrio de corte sirena confeccionado con crepé de seda, cuya pieza principal era el abrigo de mangas largas acabadas en punta, escote despegado del cuello y cola de cinco metros de largo. El velo que lució la novia se remonta al año 1877 y está realizado en encaje de Bruselas en lino sobre tul de algodón.

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