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El otro lado de la gran boda real

Bodas Reales- Príncipes de Gales

Kate Middleton, ahora la princesa Catalina o duquesa de Cambridge, debió firmar contrato prenupcial con su hoy esposo William de Inglaterra. Ella renunció a muchas cosas en su vida.

Aunque sea una boda por amor, no sólo los sentimientos están en juego ahora. Y ninguna precaución es suficiente para los Windsor, una dinastía real que ya ha estado bajo escrutinio de los medios del mundo por divorcios escandalosos.

En público, y frente a millones de espectadores de todo el mundo, Kate, ahora princesa Catalina de Inglaterra, sólo prometió “amar, reconfortar, honrar y cuidar” al príncipe William. Pero, según el diario alemán Bild, la prometida de William ya ha firmado un contrato prenupcial preparado por el estudio de abogados Spears de Londres cuyas cláusulas no fueron inspiradas por la igualdad entre los sexos, o entre las clases sociales. La casa real no lo ha confirmado.

El contrato

En caso de ruptura, la princesa Catalina no perderá la cabeza, – como su antecesora Catherine Howard una plebeya que desposó al rey de Inglaterra en el siglo XVI-, pero sí el título, las residencias palaciegas y, más duro aún, los hijos que hayan engendrado.

Según el Bild, Catalina volverá a ser de inmediato Kate Middleton, perderá el derecho a residir en cualquiera de las moradas que haya compartido con William y no podrá reclamar ni un centavo del patrimonio de su esposo, que hoy asciende a 13 millones de libras esterlinas, pero que, cuando muera su abuela, se engrosará con una parte de su fortuna, estimada en 325 millones de libras, unos 530 millones de dólares.

Como cualquier otra divorciada de un hombre de buen pasar que ha firmado un contrato prenupcial, ella sólo recibirá una suma inicial y una pensión, cuyo monto variará según su comportamiento. Por ejemplo, si decide volver a casarse, el monto del subsidio descendería.

Una sola excepción a este rigor: Kate habría reservado para sí y para sus padres el derecho de visita sin límite a sus hijos.

Pero no tendrá la posibilidad de una revancha a lo Lady Di, quien se dio el gusto de ventilar en televisión la triste realidad de su matrimonio sin amor, ni de llevarse, como ella, una jugosa indemnización de 17 millones de libras esterlinas o 28 millones de dólares. Su rico esposo le hizo firmar que no podrá revelar nada de la intimidad del matrimonio bajo pena de multa millonaria.

El “no podrá”

Además de este contrato, la duquesa de Cambridge renunció a importantes cosas. No se le permitirá utilizar diminutivos. No podrá llamarse a sí misma “Kate”. Mientras no se le otorgue otro título a su prometido, su nombre será “Su alteza real princesa Catalina de Gales”.

No puede dar su opinión en política ni en cuestiones sociales, mucho menos involucrarse en escándalos como lo hizo Sarah Ferguson, ex esposa del príncipe Andrés.

Nunca escapará al escrutinio de la prensa. Será monitoreada por reporteros las 24 horas, los 365 días del año, por lo que debe entender que cualquier paso en falso será motivo de aparición en los tabloides británicos.

Jamás andará por la calle sin seguridad. Tiene un cuerpo de vigilancia con la orden de acompañarla a cada lugar fuera de su hogar.
Nunca hará ninguna actividad sin la aprobación del Palacio de Buckingham. Ya no se maneja sola, pues ahora todas sus acciones afectan la imagen de la familia real.

No podrá comer mariscos. Se rumorea que la familia real evita estos alimentos por miedo a la intoxicación. Deberá terminar su cena. Si come lento se morirá de hambre, pues el protocolo dicta que al terminar la reina de comer, se retiran todos los platos de la mesa. No jugará “monopoly”. El duque de York afirmó en una entrevista que la familia real no lo acostumbra porque los que juegan se vuelven “muy despiadados”.

No tendrá nunca más un empleo. Aunque tiene una licenciatura en Historia de Arte, no puede tener un trabajo común por cuestiones de protocolo.

No votará o competirá por algún puesto público. Técnicamente, la reina Isabel y otros miembros de la familia real pueden votar, pero en la práctica es considerado anticonstitucional y que va en contra de la democracia. Contestará el teléfono móvil a determinadas horas, aunque sea su familia quien la llame.

Fuente: www.laprensa.hn


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